viernes, 1 de marzo de 2013

Película. Vampyr (1932)

Ficha Técnica:

-Título original: Vampyr-Der Traum des Allan Grey.
-Año: 1932.
-Duración: 68 minutos.
-País: Alemania / Francia.
-Dirección: Carl Theodor Dreyer.
-Guión: Carl Theodore Dreyer & Christen Jul.
-Música: Wolfgang Zeller.
-Fotografía: Rudolph Maté.
-Reparto: Julian West / Nicolas de Gunzberg, Sybille Schmitz, Henriette Gérard, Jan Hieronimko, Maurice Schutz, Rena Mandel.
Sinopsis: Allan Gray  es un estudioso de lo oculto, que llega a un castillo y es testigo del ataque de un vampiro que murió sin arrepentirse de sus pecados. Ataca a Léone, una de las hijas del dueño. El médico que la atiende, intenta envenenarla y se lleva a Giséle, la otra hija del dueño. Juntos y con ayuda del un viejo sirviente, buscarán la tumba de Marguerine Chopin para acabar con la maldición.

Crítica:

        A mis manos llegó un disco con las dos versiones restauradas de 1998 y 2009, acompañado de un precioso libro, donde saqué casi toda la información de esta entrada. ¡¡Gracias Ak, por ser tan frikie como yo!!
        Dreyer rodó Vampyr en Francia en 1930, después de realizar una de sus obras maestras: La pasión de Juan de Arco.
Fue su primera película sonora, aunque a penas hay diálogo.
El director rodó la pelícicula  como un experimento, en el que intentaba demostrar que el terror tenía que ver más con nuestro subconsciente que con monstruos y fantasmas.
Aunque está basada en la colección En el vídrio misterioso (In a glass Darkly. 1872), de Sheridan Le Fanu, dentro de la cual se encuentra Carmilla, lo cierto es que su inspiración engloba desde el Nosferatu de Murnau, hasta el Drácula de Stoker.
De hecho, en la anciana vampira Marguerite Chopin, encontramos ciertas inspiración de Carmilla. Sin embargo, aunque sea un vampiro y la historia esté ubicada en un misterioso castillo, el transfondo erótico y la sensualidad victoriana, la acerca más a las brujas medievales.

        Nuestro protagonista, un aristócrata con aspiraciones de actor y que hizo las veces de productor, se convierte en un mero observador de la trama. Todos parecen sonámbulos, sombras de los fantasmas en los que se convertirán más tarde. La realidad y la fantasía se entremezclan, de la misma manera que lo hacen el mundo de los vivos y los muertos.
        El director de fotografía, Rudolph Maté, tuvo mucho que ver en la creación de ese ambiente onírico que envuelve toda la película. Las sombras parecen cobrar vida, como la del soldado con pata de palo, que tanto nos recuerda al mismo juego que nos ofreció el Dracula de Bram Stoker, de Coppola.
        El encuadre es importante. Esas puertas que no se abren, las ventanas por las que mira y que nos hace preguntarnos que hay al otro lado, los constantes cuadros que forman marcos de escaleras y arcos de entrada, hacen que muchos fotogramas sean como pequeñas historias simbolicas en sí mismas; arte en movimiento.
        El plano subjetivo hace que el espectador descubra el terror a través del objetivo de la cámara, como cuando Gray está dentro del ataúd o en la muerte del médico, en donde a través de una plano casi fijo, somo testigos de una muerte lenta y asfixiante.

Carl Theodor Dreyer:

         Nació el 3 de febrero de 1889 en Copenhague. Hijo ilegítimo de Joséphine Wilson, sirvienta sueca y Jens Christian Torp, terrateniente danés. Fue adoptado por el tipógrafo Carl Theodor Dreyer, pero no tuvo una infancia feliz y se marchó de la casa a los 17 años.
Fue periodista y empezó a escribir retratos satíricos de personajes celébres de la época, llevándole a su primer contacto con el cine. Empezó a escribir guiones para la Nordisk Films Kompagni y después se convirtió en asesor y guionista para la Nordisk.
        Sus películas se basan en obras antiguas y autores no muy reconocidos. La culpa y la mujer atormentada, será otro de los temas que fascinen a Dreyer, tal vez por influencias famliares. Su madre murió por envenenamiento al intentar auto infligirse un aborto.
         Su primera película fue Praesidenten (El Presidente. 1918) y aunque tiene el "toque Dreyer", no llegó a cuajar entre la crítica de la época.
Entre Noruega y Alemania, realizó parte de su filmografía posterior.
Su séptima película, Du skal aere din hustru (El amo de la casa, 1925), le valió buena crítica, sobre todo en Francia. Esto le llevó a que en 1926 le llegase una oferta de Francia para realizar la película que le incluiría en la historia del cien : La Passion de Jeanne d'Arc (La pasión de Juana de Arco. 1928). La película se basa en el último interrogatorio al que se sometió la joven, antes de su ejecución.
         Después del fracaso de Vampyr, en 1932, se desvincula del cine durante una larga temporada, donde volvió al periodismo.
Entre 1942 a 1956, realizó trece documentales que le hicieron volver al cine.
Es en esta etapa final, cuando realiza las tres mejores películas de su carrera: Dies Irae (1943), drama erótico, donde se mezcla un triángulo amoroso con la superstición y el lado más oscuro del cristianismo; Ordet (1955), basado en la obra de Kaj Munk, donde una mujer muere al dar a luz, pero vuelve a la vida tras un acto de fé, y finalmente Gertrud (1964), basada como la anteriores, en una obra teatral. Su último retrato femenino, donde volvió de nuevo al cine experimental,  realiza largas escenas en un solo plano y donde a penas hay primeros planos.

Pincha aquí para ver el trailer.

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